Ayer estuve en Orvieto y resulta que es un pueblo precioso colocado en una montaña. De callejuelas estrechas y empedradas, tiene una catedral románica con fachada gótica que no te las esperas, y que, a mí personalmente, me dejó sin habla. Una exquisitez.
Ahora, a tres semanas de la vuelta a casa por Navidad como el turrón, me dedico a disfrutar de la Roma de todos los días. A perderme por sus callejuelas enrevesadas, a tomar cappuccinos impresionantes, a encontrar cafés escondidos, a hablar un italiano vacilante,...
Ganas de veros, de abrazaros, de contar todo con silencios y nada con palabras, de saber que estáis bien y de que os tengo ahí.
Un abrazo grande.
chicas...al final qué hacemos con lo de la quedada?
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